Han pasado días desde que mi padre falleció y desde
entonces quise escribir esta carta, pero ha sido ahora cuando me he visto con
fuerzas. Y es que dar las gracias es un gesto precioso que en ocasiones puede
ser muy duro, no todos somos tan fuertes como mi padre, no se me olvidará nunca como horas
antes de que le sedaran, me pidió que le llevase a aquellas/os enfermeros que
le habían asistido con la finalidad de darles las gracias. Lamentablemente no
pudo hacerlo con todas/os puesto que había quien ya no trabajaba en el Hospital
Duran i Reynals o no se encontraban en ese turno.
Recuerdo la primera vez que hablamos con alguien del
Institut Catalá d’Oncologia, en realidad eran varios, pero todo se centraba en
una chica alta, delgada y con cara de llevarse su duro trabajo a casa. No es
una crítica, realmente su aspecto unido a su voz dulce y pausada (a veces
parecía incluso temerosa), transmitían la tranquilidad de que para ella sus
pacientes eran algo más que un número. Es triste que en un oncológico haya
gente que atienda a pacientes con prisas y sin mirar a los ojos, mi padre una
vez se encontró con uno, por suerte su oncóloga Silvia Vázquez solía estar
siempre. Gracias por ser así doctora, porque fue decirte “van a sedar a mi
padre” y cruzaste todo el edificio en pocos minutos para ir a verle.
Otro paso importante fue cuando nos explicaron todos los
cuidados que se deben tener durante el tratamiento de quimioterapia que iban a
realizar a mi padre. Fue una enfermera llamada Eva, rubia con ojos claros y tan
agradable como guapa. Nos llevó a un despacho y cuando terminó, me alegre de
estar allí porque mi padre ante lo que se le venía encima, dijo entender poco
pero yo creo que por su nerviosismo ni escuchó. Fuera como fuere, Eva fue otra
de las personas con las que se pudo despedir mi padre, así que gracias por
atender a su llamada, pero sobretodo por cómo le tratabas cada vez que le veías
pues él siempre recordaba tus “cómo está mi amigo?”. Y no puedo pasarlo por
alto, una enfermera que coloca un PIC y dura desde el principio hasta el final
(9 meses), es una profesional impresionante, muchas gracias Eva.
El primer día de quimio fue inolvidable, 12 horas de
tratamiento (a eso hay que sumarle 2 horas de ida y vuelta), medio día entero
en tensión esperando si en algún momento ocurriría algo malo. Pero todo cambia
cuando te encuentras con gente como Ernest, un enfermero que desde que lo vi
pensé en que físicamente no me parecería nunca a ese chico alto, con barba y
gafas, pero que como profesional merecía la pena copiarle. Atento, natural,
bromista y trabajador, mi padre se sentía genial con él bromeando pese a su
estado de nervios tras las 12 horas de tratamiento mencionadas antes. Ernest,
solo puedo darte las gracias, ni te imaginas las veces que habíamos hablado de
ti mi padre y yo por lo bien que tratabas a la gente sin hacerlo desde la pena.
No puedo olvidarme de Paco, que en la diada de Catalunya
le tocó trabajar y ni una mala cara puso. Que sí, que ese es su trabajo y tal,
pero todos sabemos que no siempre es así. La verdad es que a mi padre le tocó
un par de veces tratamiento con él y bien es cierto que Paco era más serio que
los demás y no tan bromista, pero estaba atento a todo en cada momento y muy
concentrado. Muchas gracias Paco, esté donde esté él, sé que te está muy agradecido
por el respeto con el que le trataste siempre.
Tras unos 9 meses de tratamiento, llego el día en que
tuvo que ser hospitalizado lamentablemente. Por suerte allí estaban de mañana
un trío magnífico formado por: Una enfermera llamada Marta que demostraba
eficacia, cariño y simpatía; una auxiliar llamada Maribel siempre atenta al
enfermo y a sus familiares (ojalá haga las prácticas allí y pueda aprender de
ti); por último una auxiliar en prácticas llamada Mireia en la cual podía verse
ilusión y dedicación a la par que prudencia al tratar con mi padre. Él ya os
dio las gracias y mostro su alegría por los cuidados vuestros que recibió, Yo
también os doy las gracias porque fuisteis humanas en cada detalle, el Mundo
sería un lugar mejor con más gente como vosotras.
En hospitalización también nos encontramos con Olga, ella
fue la enfermera que tuvo que sedar a mi padre. Muchas gracias por tu
delicadeza, atención y dedicación para que mi padre no sufriera en ningún
momento. No creo que olvide nunca tu explicación de cómo notar si una persona
sedada sufre o no durante la sedación. Ya que mi padre falleció en el siguiente
turno cuando ya no estabas, quiero que sepas que no sufrió gracias a ti.
Cuando alguien fallece, en cuanto se puede, se realizan
una serie de cuidados a esa persona como retirada de catéteres por ejemplo.
Manuel y Sandra fueron los encargados de preparar a mi padre, de hecho el
primero vio la última respiración y con un gesto nos dijo “ya está” y se fue, psicología
pura pues los gestos muchas veces dicen más y mejor que las palabras. Muchas
gracias por cuidar de mi padre los minutos de antes y después de su muerte.
Así pues, esta es una carta dirigida a todos los
trabajadores del Institut Catalá d’Oncologia en Hospitalet, concretamente en el Hospital Duran i Reynals. He nombrado a algunas/os, pero no me olvido de la
enfermera Esther, o la gallega, o el chico gordito, tampoco de las del
mostrador, etc. Muchas gracias a todas/os por haber cuidado tanto a mi padre
durante todos sus meses de lucha, muchas gracias por tratarle como a un ser
humano vivo hasta el final, muchas gracias, porque vosotros también habéis sido
compañeros en su adiós.